El contador del taxi marca 6 euros. Por el retrovisor el chofer observa aquella muchacha de pelo negro y ojos verdes, que busca en su bolso algo de dinero suelto. Finalmente saca un billete de 10 euros, que le entrega al conductor.
-Quédese con el cambio, muchas gracias.
-A usted señorita, buen día-Sonríe el taxista por el retrovisor.
La muchacha se baja del coche colocándose el bolso y saca las llaves del portal. Gracias al sueldo que obtiene todos los meses, ha podido alquilar un buen piso en el centro de la ciudad, nada más y nada menos que un loft.
Entra en el portal, donde el portero la saluda. Julia mira su buzón que está lleno de cartas y publicidad. Mientras espera a que el ascensor llegué, revisa todas aquellas cartas del banco. Tan sólo lleva aquí 2 meses y todos los pagos se la empiezan a acumular.
El ascensor para y de él sale un muchacho, aproximadamente de su edad, vestido con un traje expresamente hecho a medida.
Los dos cruzan sin mirarse, pues uno no hace más que mirar su reloj y ella todos aquellos pagos. El silencio de su loft la recibe a Julia, la que enciende el contestador, y se tumba en la cama. Ni un sólo mensaje importante.
El silencio que la envuelve la permite oír los gritos de sus vecinos y las ambulancias que pasan por cerca de su casa. Sonríe y piensa que a ella tampoco la vendría mal tener alguien con quién discutir, aunque solamente fuera por el color del sofá. Mira hacia la mesa de cristal donde está su portátil. Se levanta y lo enciende, mientras se inicia se pone una camiseta de tirantes y un pantalón corto.
Se sienta enfrente del ordenador con una tarrina de helado de vainilla, su preferido, e inicia el MSN. Los dos muñecos giran, aunque poco dura su pequeño baile en círculos.
En el margen derecho de la pantalla un recuadro indica que "Fucku69" está conectado. ¿Le habla o no?
. . .
Mientras tanto, en la misma ciudad, un poco más lejos.
Lucas deja su pelo corto mecerse ligeramente. El reloj marca las 12 de la mañana y la reunión con la empresa del catering debería haber empezado ya. Yolanda querrá matarlo seguramente.
El teléfono empieza a sonar, y se desliza en el asiento contiguo. En la pantalla aparece el nombre de su prometida, la misma en la que estaba pensando hacía un momento.
-¿Lucas? ¿Dónde diablos estás?
-Llegando, a falta de 5 minutos, pero ahí un gran atasco del que no puedo salir- se incorpora en su asiento y ve la inmensa cola de coches que tiene por delante-A debido de haber un accidente.
-¡Ven ya!
Al otro lado tan sólo se oye unos ligeros pitidos que dan finalizada la conversación. Se la imagina paseando de arriba abajo, con sus tacones maltratando el marmól del suelo, su melena rubia alborotada y sus uñas ligeramente maltratadas de tanto chocar con una mesa en señal de nerviosismo. El tema de la boda les estaba volviendo locos a los dos, ella tan sólo tiene en la cabeza sacar adelante su negocio y que tenga la mejor boda de su vida, mientras que él, hace gestiones en la oficina para que su padre por fin quede satisfecho con la boda. Y cómo sí fuera poco, la madre de Yolanda no hace más que entrometerse en la relación, produciendo varias discusiones a la semana entre la pareja. ¿Quién dijo que las bodas eran fáciles?
Suspira, y enciende la radio donde empieza a sonar el último éxito en ventas "McFly" al parecer es el último grupo adolescente que ha florecido en Reino Unido y millones de fans ya han elevado la cifras de ventas. Su último single es "Falling in love". Un grupo de chicas pasa por la acera desde donde escuchan al parecer su nueva canción favorita, y todas ríen y le miran. Lucas las observa divertido, hasta que se fija en una de ellas, pelo negro, ojos verdes, entonces la recuerda. La ve en esa muchacha, cuando tan sólo tenían 17 y 18 años respectivamente y ella también subía el volumen de la radio para escuchar a su artista favorito.
Hace tiempo que dejo de contestar llamadas y e-mails, aunque no la culpa, después de todo fue él mismo quien creyó que una aventura no rompería la relación e incluso la amistad. Lucho por ella cuando marcho a Oxford a estudiar medicina, pero ella ya no era aquella adolescente ingenua, en ese momento era la presidenta del Club de Anatomía y sólo pensaba en su matricula de honor y en un perfecto graduado. Incluso hacía planes futuros para vivir allí, y así fue, la pequeña Julia creció y se convirtió en una respetada doctora que impartía clases en
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